La princesa triste de Santa Ana En el área de lo que hoy se conoce como Guayaquil, se encontraba un rey que amasaba una gran riqueza en sus fortalezas. La hija del Rey cayó enferma y no se encontraba cura para su mal. Un día apareció un hechicero ante el Rey y ofreció curar la salud de la princesa a cambio de toda la fortuna que poseía. Ante la negativa de éste, un hechizo cayó sobre las tierras que habitaba este regente, condenando a su pueblo a la desaparición. Siglos después, cuando uno de los expedicionarios españoles escalaba uno de los cerros de la zona, éste se encontró con una hermosa princesa que le dio dos opciones: le ofreció una hermosa ciudad llena de oro o ser una esposa devota y fiel para él. El español decidió optar por la ciudad de oro y ante esto la princesa decidió conjurar una maldición sobre él. Éste comenzó a rezarle a la Virgen de Santa Ana que lo salvara y esta efectivamente lo rescató. Es por esto que el cerro donde fue fundada la ciudad de Guayaquil...
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Cantuña y su pacto con el diablo Cantuña era un respetado indígena en los tiempos coloniales al que le fue encomendada la construcción del atrio de la Iglesia de San Francisco en Quito. La paga por dicha labor era muy buena, pero la condición era que debía realizarse en el menor tiempo posible. Cantuña entonces decidió vender su alma al diablo con la condición que todas las piedras del atrio estuvieran allí puestas antes de que salieran los primeros rayos del sol. Éste grabó en una piedra que cualquier persona que la tocara reconocería únicamente a Dios. Tres pequeños demonios que trabajaban esa noche no pudieron tocar la piedra y dejaron incompleta la construcción. Cuando el diablo llegó para llevarse el alma de Cantuña, éste reclamó que la obra no había sido completada y que por tanto no se podía cumplir el trato, ganando su alma de vuelta.